"Compré este NFT en 2022 por tres millones y ahora vale 25.000": algunos inversores ya presumen de las fortunas que perdieron

Pocos placeres genuinamente puros nos ha dado la era digital, pero uno de los indiscutibles ha sido ver ese choque de trenes a cámara lenta (bueno, no muy lenta) que fue la caída en desgracia de los NFTs. Primero, criptobros de alcance internacional nos intentaban convencer de que pagar millones por un jpg certificado era una inversión segura. Apenas unos meses después, esas imágenes valían apenas unos dólares. La caída ha sido tan estrepitosa que ahora, muchos de esos mismos inversores se ríen de su propia desgracia financiera. Es el certificado de defunción definitivo de los NFTs.

Qué pasó entonces. El fenómeno NFT comenzó con experimentos tempranos ya en 2012 con las llamadas Colored Coins, pero el verdadero auge arrancó en 2017 con CryptoKitties en Ethereum, que mostró el potencial de los NFT: básicamente, son activos digitales únicos que "representan" la propiedad de un objeto digital o físico, certificado mediante tecnología blockchain para garantizar su autenticidad y singularidad. A diferencia de las criptomonedas, que son intercambiables entre sí, cada NFT es irrepetible y no puede ser sustituido por otro igual, funcionando como un certificado digital de propiedad y autenticidad.​

En 2021, los NFT alcanzaron su pico de popularidad con ventas multimillonarias como la obra de Beeple "Everydays: The First 5000 Days" en Christie's por 69 millones de dólares, y colecciones icónicas como Bored Ape Yacht Club generaron gran atención y valoraciones millonarias. Sin embargo, tras un boom espectacular, el mercado empezó a decaer en 2022 debido a la sobreoferta, la especulación extrema y las preocupaciones sobre estafas, resultando en una caída abrupta en ventas.

Eat the rich. Tras el colapso de 2022, se generó cierta tendencia en internet de burlarse de la burbuja especulativa que envolvió a los NFT en 2021 y de las enormes pérdidas sufridas por muchos inversores: alrededor del 95% de los NFT habían perdido todo su valor. Ya entonces se puso de moda la práctica de compartir capturas de pantalla de los NFT con pérdidas. En parte era una broma recurrente desde el mismo origen del fenómeno, en el que la gente compartía la captura de un NFT, evidenciando que no había diferencia esencial entre un NFT y la copia de un NFT, más allá de un documento que certificaba cuál era el "original" y cuál la copia.

Famosos en desgracia. Nada gusta tanto a internet como reirse de un famoso o un millonario, y más cuando caen en las garras de una trama piramidal de alcance planetario. Por ejemplo, mucho se habló de Justin Bieber, que compró un NFT de Bored Ape por 1,3 millones de dólares en 2022 y cayó en 2023 un 95% en su valor. Otro ejemplo clásico: el NFT que era una captura del primer tuit de Jack Dorsey, cofundador de Twitter. Se vendió en 2021 por 2,9 millones de dólares y menos de un año después su dueño lo intentó revender, alcanzando una oferta de unos pocos miles de dólares, es decir, una pérdida de valor de más del 99%. En julio de 2023, valía 3,77 dólares.

En general, los NFTs y su volatilidad física dieron pie a una buena cantidad de escándalos y estafas en las que se vieron implicados famosos como Seth Green, Jay Choy o Melania Trump.

De perdidos al río. Curiosamente, muchos aquellos de los que perdieron cantidades millonarias con los NFTs están enseñando sus vergüenzas en redes sociales, y describiendo cuánto se gastaron y cuánto vale ahora su inversión: una mezcla de advertencia colectiva y de tomarse las desgracias con humor (porque pueden) que, por supuesto, se difunde para escarnio de los influencers que intentaron vender la moto a sus seguidores. Una tuitera compró este engendro por 17.000 y ahora vale diez dólares. El usuario @NFTsAreNice (lol) compró esto por 31.000 y ahora no vale nada. Otro inversor gastó tres puñeteros millones en este, que ahora vale 25.000. Aún peor le ha ido a este otro, que invirtió 1,8 millones y ahora vale 450.

Todos usan la fórmula "Compré este NFT en 2022 por...", y lo curioso es que muchos de ellos siguen en el negocio de las criptomonedas o de los NFTs, y tienen perfiles como inversores presuntamente fiables. Significativamente, algunos de ellos han recibido como respuesta a sus lamentos mensajes de "No se llora en el casino", una frase típica que los criptrobros se sueltan cuando se cae en pérdidas abundantes tras fuertes inversiones. Vamos, el "que si quiere bolsa" de toda la vida.